Pensando en los sistemas embalaje, a primera instancia podrían parecer un juego o un evento gracioso. El procedimiento consiste en ir metiendo, desde la fábrica, un producto en una serie de cajas, y cuando llega a su destino despojarlo de ellas. No obstante, estos procesos resultan vitales; gracias a ellos es factible comercializar a todas partes del mundo, y cada capa añadida cumple una o más funciones esenciales.
La funcionalidad, por lo general, es igual para todos los productos; sin importar la gran variedad de calidad, materiales y colores que se encuentran en las tiendas, al final de la cadena de distribución. El objetivo principal es asegurar que la mercancía llegue a las manos del consumidor en las condiciones óptimas, las mismas con las que salió de la fábrica.
Una ilustración práctica
Poniendo un ejemplo sencillo de visualizar, imaginemos que un comerciante quiere enviar por mar un cargamento de botellas de vino. Se trata de un bien particularmente delicado que debe aislarse, empleando más precauciones de lo usual, puesto que cualquier golpe abrupto se traduciría en una pérdida inmediata.
Al colocar las unidades en sus respectivas cajas, determinar cuál es el peso máximo que pueden soportar sin ser forzadas o deformadas y qué es lo más cómodo y seguro de manejar por los operarios, se vuelve una ciencia. Además, no solamente las paredes deben tener rigidez, sino que hay que añadir material que amortigüe, entre las botellas, para que el zarandeo del camino no las haga chocar unas con otras.
La última capa aislante es rústica y únicamente será vista por los empleados y casi nunca por la clientela. Siempre ha de ser cuadrada o rectangular, ya que es la figura que mejor se apila de forma ordenada, logrando así imponentes paquetes que solo son manipulados y transportados con maquinaria pesada.
Existe una investigación constante para encontrar cada vez materiales más resistentes y al mismo tiempo, ligeros; de buena calidad pero, baratos de producir, y, en lo posible, reutilizables o reciclables. De este modo, los procesos de seguridad se realizan progresivamente más rápido y gran facilidad, minimizando los costes sin perder ni un ápice de su eficacia.