Iker Serrano presenta su primera exposición individual en Madrid en el espacio dirigido por Lola Crespo. Su obra fue incluida, recientemente, en la muestra Utopia Union ltd., una reflexión sobre la trayectoria de la galería desde sus inicios a mediados de los años 90 al presente. En aquella ocasión, Serrano compartía la sala con la obra de artistas emblemáticos de Utopía cercanos a su poética, como son Fernando Martín Godoy, Chema Peralta, Elena Goñi, Miguel Galano, Concha Gómez-Acebo o Chechu Álava.

La exposición El Guardian del bosque está acompañada de la edición del cuaderno de viaje titulado Isolarios. Una excelente publicación en la que se recoge la obra realizada por Serrano en el periodo 2010-2014, años en los que el artista ha trabajado sobre el personaje del viajero como sujeto, el lugar como espacio en construcción y el camino como vehículo para la auto-construcción. Como señala el autor, al combinar estos tres ejes en la serie “se crea una narración que nos da como resultado la experiencia para relatar el proceso del acto pictórico y la construcción del sujeto creador”. Serrano presenta, de este modo, un proceso de auto-reflexión y construcción del sujeto que conduce, consecuentemente, a reflexionar sobre la identidad.

Este viaje simbólico está dividido en diferentes estadios en los cuales el Viajero amplia su conciencia, conocimiento y capacidad para representar una topografía del lugar. Serrano señala que de esta manera “vemos como la suma de los elementos iniciales asentados en un no-lugar en blanco, sin referencias espaciales van creando un trayecto o camino que dan paso a paisajes de diferentes territorios y condiciones; espacios glaciares, desiertos de hielo, fondos marinos, cuevas, grutas de agua, lagos interiores. Llegando al lugar donde los bosques y la efervescencia de la vida tanto vegetal como animal nos hablan de ese lugar que es la ISLA”. Una isla desconcertante, ya que la parte no visible es mayor que la visible resultando ser más grande de lo que aparentaba. Un territorio que pertenece, como señala el autor, “a todo un Isolario, a un archipiélago de islas”.

José María Parreño, en el texto que incluye en la publicación, identifica la obra pictórica de Serrano con la investigación que el autor ha desarrollado para realizarla. Una investigación influida, intuimos, por la tesis en la que trabaja titulada: “Una mirada sobre el Viaje en la plástica, dentro del fenómeno de la narrativa pictórica”. Parreño aporta algunas claves que nos ayudan a comprender el transfondo de la obra: “El proyecto de Isolarios antes se llamó Viaje al blanco y eso revela un cierto aspecto de la obra”. Incide también en el aspecto narrativo de su obra: “Vestido y aprovisionado como un viajero, los sucesivos cuadros no simbolizan cómo se interna en el blanco del lienzo hasta encontrar la isla, sino que son el propio viaje. Al pintar, Serrano no hace sino viajar a la isla que pinta. Así es su pintura de literal”.

Xabier Sáenz de Gorbea establece, en su texto para Isolarios, un paralelismo entre la actitud de Serrano y los pintores plenairistas, como fueron Manet, de Singer Sargent, de Cézanne o de Winslow Homer: “Iker parte hacia el lienzo en blanco cargado de sus instrumentos de pintor y equipado para pasar la noche al raso. A la intemperie de la pintura. Sentado, con ropa de montaña, entre una tienda de campaña y su caballete portátil plantado en el suelo”. Pero a diferencia de los pintores vanguardistas, Sáenz de Gorbea afirma que Serrano es un plenarista de lo imaginario, “en vez de salir al exterior del estudio, a un promontorio con vistas al horizonte o a un claro del bosque, se adentra en su invención”.

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